Ecuador ha concedido asilo político al activista y fundador de Wikileaks Julian Assange, al considerar que, de entregarlo a las autoridades del Reino Unido, esto podría suponer que se menoscabaran sus derechos y no recibiera un juicio justo por los hechos que se le imputan. Assange lleva dos meses recluído en la embaja de Ecuador en Londres esperando una solución a su situación.
El Gobierno del Reino Unido no ha hecho esperar su respuesta, declarando que el proceso de extradición a Suecia contra Assange sigue en pie y que detendrán al activista australiano en cuanto ponga un pie en la calle. Incluso han amenazado a la embajada ecuatoriana con quitarle su estatus diplomático para así entrar por la fuerza y detener a Assange.
Esta amenaza, amparada en la Ley de los Locales Diplomáticos y Consulares de 1987, pensada para poder detener a presuntos terroristas, contraviene el derecho internacional más básico y la Convención de Viena que otorga inviolabilidad a todas las sedes de las embajadas en todo el mundo.
Esto es solo una muestra más de la democracia de cartón en la que vivimos en Occidente. Al Reino Unido y a Estados Unidos (que quiere coger a Assange para acusarle de delitos contra la seguridad de la nación) les da igual una Convención Internacional de la que son firmanes, amparándose en leyes estatales de menor rango. Es el clásico "en mi casa jugamos así" o, como también se suele decir en los últimos tiempos, "es mi democracia y me la follo como quiero".
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