Muchas son las personas que se han quejado de la "huelga salvaje" (lideresa dixit) de los trabajadores del Metro de Madrid. Lo que más me duele es que la mayoría de la gente que expresa estas quejas son también trabajadores, que no son capaces de solidarizarse con la reivindicación justa y legítima que están haciendo los empleados de Metro.

Mientras día a día se suceden nuevos rescates de bancos, reformas laborales en favor del despido y, en fin, cambios que sacuden los bolsillos de los trabajadores, las mismas personas que ahora se quejan, callan. Y sobre esto deberíamos reflexionar a fondo. Claro está que a nadie le gusta llegar tarde a su puesto de trabajo o tener que salir con más antelación de casa porque no haya servicio de Metro. Pero si no tratamos de ponernos en la piel de las personas que han organizado esta huelga no podemos siquiera pretender tener una mínima fuerza para reclamar nuestros derechos cuando lo necesitemos.

Del convenio roto, de la ausencia de una ley que desarrolle el derecho a la huelga y de los abusivos servicios mínimos que trata de imponer la Comunidad de Madrid poca gente habla. Como siempre, a mí me da igual lo de los demás, pero que me afecte lo menos posible. Y este pensamiento, en los tiempos que corren, nos dirige al borreguismo irreversible que hará que día a día más derechos sean cercenados.

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