Hace ya 7 años que, tras la victoria de Zapatero en las elecciones generales, dio la vuelta al país una frase muy escueta que resumía la esperanza puesta en los votantes del entonces candidato socialista, muchos de ellos jóvenes, que creían que con él otra forma de hacer política era posible.
Ya en 2011, podemos concluir que toda esa masa enfervorecida no puede más que sentirse decepcionada. Zapatero les (nos) ha fallado. Y le queda poco tiempo y, me temo, ninguna intención de rectificar.
El viraje que ha dado el Presidente durante esta segunda legislatura ha sido un varapalo para todos los progresistas que le votaron. Las medidas económicas para paliar la crisis no tuvieron nada que envidiar a lo que proponía el PP tan sólo unos meses antes. La reforma de la jubilación, en connivencia con unos sindicatos mayoritarios que no saben defender a los trabajadores, no puede pretender caracterizarse como un avance. El no a la reforma electoral, la Ley Sinde, la participación en la guerra de Libia... son sólo algunos ejemplos que demuestran lo lejos que ahora mismo se encuentra Zapatero no sólo de sus potenciales votantes, sino de toda la ciudadanía.
Y no sólo nos ha fallado por lo que ha hecho, sino también por lo que ha dejado de hacer. Tras la aprobación del matrimonio homosexual, vi esperanzado una puerta para seguir avanzando en derechos sociales y conseguir, por fin, una ley de eutanasia digna para los enfermos. No ha sido así. También creí que podría profundizarse en la laicidad del Estado, por ejemplo revisando ese caduco concordato que mantenemos con el Vaticano desde los años 50. Volví a equivocarme.
Zapatero ha agotado todo el crédito que tenía el Partido Socialista. No es una opción posible a considerar a la hora de votar para una persona de izquierdas. Pero que nadie se confunda: si las encuestas acaban teniendo razón y Rajoy es el próximo Presidente del Gobierno, España no va a mejorar un ápice.
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Ayudemos a los libios... ¿sólo?
martes, 22 de marzo de 2011
by Nacho Martín
Finalmente se ha producido la, tan temida por algunos, intervención armada en Libia por parte de una coalición de países occidentales, entre los que se encuentra España.
Nuevamente, han vuelto a aparecer (tanto presencialmente, en el Congreso, como por Internet, sobre todo en Twitter) voces contra la guerra y el famoso eslogan de "No a la guerra", tan utilizado en las manifestaciones contra la intervención militar en Irak hace ya 8 años.
Es innegable que el escenario que se presenta en Libia es muy diferente al del país asiático. La operación en territorio libio cuenta con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU y de la Liga Árabe, y además descarta de antemano cualquier maniobra que incluya tropas en suelo libio. Pero lo que tampoco puede ocultarse es la hipocresía bajo la cual se están esgrimiendo las razones que han llevado a esta coalición de países, adalides de la democracia, a intervenir militarmente contra Gadafi.
Dicen, y no les falta razón, que la comunidad internacional no podía permanecer impasible ante la masacre que estaba protagonizando el dictador libio contra su pueblo. Pero, si no fuera por lo desagradable del asunto, este argumento no podría más que provocarme una carcajada. Decenas de conflictos de una magnitud igual o mayor que el de Libia están ocurriendo en estos momentos, y la comunidad internacional permanece impasible. Se me ocurren los casos de Sudán, de Corea del Norte o de Yemen. Pero no hace falta irse tan lejos. El pueblo saharaui sufre desde hace 35 años la tiranía física y política de Marruecos, y la comunidad internacional, con el beneplácito y la directa responsabilidad de España, ha mirado y sigue mirando para otro lado.
Que a nadie se le olvide eso antes de pensar si esta guerra es justa o no, de si cualquier guerra lo es.
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Nuevamente, han vuelto a aparecer (tanto presencialmente, en el Congreso, como por Internet, sobre todo en Twitter) voces contra la guerra y el famoso eslogan de "No a la guerra", tan utilizado en las manifestaciones contra la intervención militar en Irak hace ya 8 años.
Es innegable que el escenario que se presenta en Libia es muy diferente al del país asiático. La operación en territorio libio cuenta con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU y de la Liga Árabe, y además descarta de antemano cualquier maniobra que incluya tropas en suelo libio. Pero lo que tampoco puede ocultarse es la hipocresía bajo la cual se están esgrimiendo las razones que han llevado a esta coalición de países, adalides de la democracia, a intervenir militarmente contra Gadafi.
Dicen, y no les falta razón, que la comunidad internacional no podía permanecer impasible ante la masacre que estaba protagonizando el dictador libio contra su pueblo. Pero, si no fuera por lo desagradable del asunto, este argumento no podría más que provocarme una carcajada. Decenas de conflictos de una magnitud igual o mayor que el de Libia están ocurriendo en estos momentos, y la comunidad internacional permanece impasible. Se me ocurren los casos de Sudán, de Corea del Norte o de Yemen. Pero no hace falta irse tan lejos. El pueblo saharaui sufre desde hace 35 años la tiranía física y política de Marruecos, y la comunidad internacional, con el beneplácito y la directa responsabilidad de España, ha mirado y sigue mirando para otro lado.
Que a nadie se le olvide eso antes de pensar si esta guerra es justa o no, de si cualquier guerra lo es.
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¿Intervención armada en Libia?
martes, 8 de marzo de 2011
by Nacho Martín
Durante los últimos días se está hablando de una posible intervención armada de la OTAN en Libia para desposeer del poder a Muamar El Gadafi y ayudar a los rebeldes en su lucha contra el tirano libio.
El error de volver a intervenir en un país que está fuera de la órbita de la OTAN, liderada por Estados Unidos, en nombre de la democracia sería, de nuevo, mayúsculo. Una alianza de países occidentales invadiendo un país árabe podría ser una vez más la mecha que prendiera a las facciones más radicales del islamismo.
Cualquier intervención, sea cual sea su índole, debe contar con el apoyo unánime de los países que forman la Liga Árabe, y en ningún caso la OTAN debería diseñar planes de ayuda contra Gadafi sin la supervisión de la mayor organización internacional de países árabes. Aunque la comunidad internacional no puede mirar para otro lado mientras Gadafi conduce a su país a una guerra civil, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea ni mucho menos la OTAN deben erigirse como el adalid de la democracia una vez más. Nadie se lo ha pedido.
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El error de volver a intervenir en un país que está fuera de la órbita de la OTAN, liderada por Estados Unidos, en nombre de la democracia sería, de nuevo, mayúsculo. Una alianza de países occidentales invadiendo un país árabe podría ser una vez más la mecha que prendiera a las facciones más radicales del islamismo.
Cualquier intervención, sea cual sea su índole, debe contar con el apoyo unánime de los países que forman la Liga Árabe, y en ningún caso la OTAN debería diseñar planes de ayuda contra Gadafi sin la supervisión de la mayor organización internacional de países árabes. Aunque la comunidad internacional no puede mirar para otro lado mientras Gadafi conduce a su país a una guerra civil, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea ni mucho menos la OTAN deben erigirse como el adalid de la democracia una vez más. Nadie se lo ha pedido.
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