Durante los últimos días se está hablando de una posible intervención armada de la OTAN en Libia para desposeer del poder a Muamar El Gadafi y ayudar a los rebeldes en su lucha contra el tirano libio.
El error de volver a intervenir en un país que está fuera de la órbita de la OTAN, liderada por Estados Unidos, en nombre de la democracia sería, de nuevo, mayúsculo. Una alianza de países occidentales invadiendo un país árabe podría ser una vez más la mecha que prendiera a las facciones más radicales del islamismo.
Cualquier intervención, sea cual sea su índole, debe contar con el apoyo unánime de los países que forman la Liga Árabe, y en ningún caso la OTAN debería diseñar planes de ayuda contra Gadafi sin la supervisión de la mayor organización internacional de países árabes. Aunque la comunidad internacional no puede mirar para otro lado mientras Gadafi conduce a su país a una guerra civil, ni Estados Unidos, ni la Unión Europea ni mucho menos la OTAN deben erigirse como el adalid de la democracia una vez más. Nadie se lo ha pedido.
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