Me comentaban el otro día que, en un colegio concertado próximo a donde vivo, una niña de unos 12 años solía asistir regularmente con una shayla musulmana a clase. Un día, la dirección del centro decidió hablar con los padres y transmitirles que esa prenda estaba prohibida por las normas del colegio. Los padres dijeron que lo comprendían y todo pareció solucionarse. Pero, al día siguiente, la niña volvió a aparecer con la cabeza tapada. Al demandarle su profesor que se la quitara, ésta se negó, y fue enviada a dirección. La directora le volvió a insistir en que la shayla, el pañuelo o cualquier prenda que le ocultara la cabeza estaba prohibida, pero la niña siguió en sus trece y se negó a quitársela. Al decirle la directora que tendría que sancionarla si persistía en su comportamiento, la niña cogió su teléfono móvil y, ante la mirada perpleja de la directora, llamó a la Policía Local y les dijo que estaba siendo acosada por el colegio donde estudiaba y que quería denunciarles. Llamó también a sus padres. La policía se personó en el centro y tomaron nota de lo ocurrido, aunque finalmente no se formalizó ninguna denuncia.
Al contar esta historia, que seguramente haga que os venga a la mente el reciente caso del profesor que fue denunciado por un alumno musulmán por hablar del jamón en clase, quiero hacer ver que el problema de que se planteen estas situaciones es que no hay una legislación clara al respecto. Se está a lo que establezca la normativa interna de cada centro.
Todas estas desagradables situaciones podrían ser arregladas con una ley que establezca taxativamente que debe estar prohibido cualquier símbolo religioso en centros educativos de titularidad o con subvención pública, tanto por parte del mismo centro (la famosa visibilidad de los crucifijos) como en la vestimente del alumnado. Si los padres desean que sus hijos puedan educarse en su fe, tienes dos opciones: llevarles asiduamente a su centro de culto más cercano o bien pagar de su bolsillo un centro privado que imparta la educación religiosa que deseen.
La religión, como fenómeno humano, puede y debe ser estudiada en los colegios. Pero ninguna confesión puede tener ningún trato especial en los centros educativos que obtengan dinero público de un Estado aconfesional. Sólo así podremos centrarnos en progresar con nuestros programas educativos y dejar de distraernos con problemas que no serían tales si se cortara por lo sano en el tema de la religión en las escuelas públicas.
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5 comentarios:
¿Cómo que no hay legislación al respecto? Está los reglamentos internos de cada colegio, que creo que son aprobados por las asociaciones de padres y madres y la dirección del centro, y son de obligado cumplimiento.
@Anónimo, precisamente lo que se pide en el artículo es que haya una norma uniforme, con rango de ley, que sea de obligado cumplimiento por todos los colegios, profesores y alumnos.
Todo lo religioso, no. Sólo lo musulman que es lo único que está trayendo problemas a nuestra sociedad occidental y cristiana.
@Anónimo de la educación pública hay que desterrar cualquier indicio de supersticiones, brujerías y cultos espiritistas, ya sean cristianos, musulmanes o de la iglesia de la luz.
Vamos a dejar ya de intentar inculcar supersticiones a los niños desde pequeños como si del equipo de fútbol se tratara. Cuando sea adulto y tenga capacidad de raciocinio y conocimientos suficientes, que elija adorar al espíritu, dios o cometa que quiera, mientras tanto, que aprenda, que conozca la religión, que muchos espiritistas, en especial los cristianos, desconocen totalmente su religión, la biblia y su historia.
Aun así, nos estamos alejando del tema, que es las costumbres religiosas y la legalidad. Yo soy de la opinión que con los espiritistas, tolerancia 0.
@Anónimo1, nada más lejos de la realidad. La religión, en cualquiera de sus vertientes, ha traido guerras y muertos más que ningún otro fenómeno en la historia. Y lo que no puede ser es que se reciba dinero público para alimentar las creencias de algunas personas.
@Anónimo2, totamente de acuerdo contigo.
Gracias a ambos por participar.
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